domingo, 17 de septiembre de 2017

Maruja Mallo en la Galería Guillermo de Osma, Madrid

El orden interior


La obra de Maruja Mallo (1902-1995), una de nuestras artistas más relevantes, se expone de nuevo en Madrid, en la Galería Guillermo de Osma, que desde hace ya décadas se ocupa con intensidad de su trabajo. De hecho, está impulsando la edición de su catálogo razonado, que tiene como fecha prevista de publicación finales de 2018.
La personalidad de Maruja Mallo, su fuerza creativa, es fascinante. Nacida en Viveiro, Lugo, su verdadero nombre era Ana María Gómez González, y su existencia estuvo marcada por el nomadismo, por una serie continua de desplazamientos, relaciones y rupturas. Ya en 1913, su familia se traslada a Avilés. Y después, en 1922, a Madrid, donde estudió hasta 1926 en la Academía de Bellas Artes de San Fernando. Allí coincidió con Salvador Dalí, quien la presentó a Federico García Lorca que la acogió diciéndole que ya pertenecía a “La cofradía de la perdiz”.

Estampa cinemática (1927).
Tinta y lápices de colores sobre papel, 44 x 31 cm.

En ese ambiente, en la gran eclosión creativa que circulaba entonces en la Residencia de Estudiantes, en el abierto flujo vanguardista del Madrid de la época, se puede situar la raíz de su trayectoria creativa. En mayo de 1928, por decisión personal de José Ortega y Gasset, por quien siempre mantuvo un gran aprecio, se presentó su exposición en los salones de la Revista de Occidente, la única muestra de pintura allí organizada. La exposición tuvo un gran eco en los ambientes artísticos y literarios.
Decisiva fue su relación personal a partir de 1929 con Rafael Alberti, que implicó también un proceso de trabajo conjunto en los ámbitos de la literatura y el teatro, pero que terminó de forma abrupta cuando en enero de 1931 Alberti se marchó a Mallorca con María Teresa León, su nueva compañera. Ese mismo año, Maruja Mallo viaja a París, se introduce en los ambientes de la vanguardia artística, particularmente entre los surrealistas, y presentará su primera exposición en esa ciudad en 1932.

Escaparate (1928).
Óleo sobre lienzo, 102.5 x 77.5 cm.

En 1933 vuelve a Madrid, participa en la Sociedad de Artistas Ibéricos, mantiene una relación con el poeta Miguel Hernández y, ya en 1934, vuelve a tratar con Pablo Neruda, a quien había conocido en París. Se compromete intensamente con la República, y cuando el comienzo de la Guerra Civil la sorprende en Galicia, se marcha a Portugal, con la ayuda de Gabriela Mistral entonces embajadora de Chile en el país vecino.
Comienza así su largo exilio de más de veinte años, en los que vivirá entre Argentina y Uruguay, viajando también a Chile. Años intensos de relación con los artistas y escritores de América del Sur, entre los que alcanza un gran reconocimiento. A comienzos de los años sesenta regresa a España y se instala de nuevo en Madrid. Pasa el tiempo, y será en los inicios de los setenta cuando comience a prestarse atención a su obra, que desde entonces ha ido creciendo cada vez más, sobre todo a partir de los noventa, ya en los años finales de su vida.

Mensaje del mar (1937).
Óleo sobre lienzo, 95 x 175 cm.

No cabe duda de que Maruja Mallo es, a la vez, una artista y una intelectual de primer orden, algo que en más de una ocasión no se ha tenido suficientemente en cuenta, sin duda por tratarse de una mujer. Por fortuna, los tiempos están cambiando, y esta muestra con una sugestiva presentación de pinturas, dibujos, estampas, esbozos y documentos y cuadernos personales, nos permite apreciar hasta qué punto el rigor y la búsqueda de la coherencia y la máxima perfección posible en las obras guiaron en todo momento su trabajo.
Es evidente que la causa principal de la escasez de su obra brota de esa exigencia extrema. Todas sus pinturas seguían una preparación minuciosa, con estudios previos y bocetos. Y, una vez concluidas, Maruja Mallo llevaba un registro personal también minucioso de cada una de ellas.

Máscaras en diagonal (1951).
Óleo sobre tablero de artista, 35 x 30.5 cm.

Se han propuesto distintas líneas para caracterizar las fases o etapas de su trayectoria. Y ella misma, en un texto datado en 1937 (“Lo popular en la plástica española a través de mi obra”), señala: “la plástica evoluciona del realismo objetivo (1928) a la destrucción objetiva (1932). Estas realidades visuales se transforman en realidad subjetiva (1936), en razón ordenadora, razón que cumple la función de reintegrar a la unidad las propiedades plásticas de un cuadro.”
Considero que aquí se encuentra la clave más profunda de la unidad plástica y estética que modula todo el trabajo de Maruja Mallo: el principio de la razón ordenadora. En una anotación personal, Jorge Oteiza afirma sobre ella: “Su biblia era Platón y su estética la reglamentación áurea más ortodoxa.”

Estudio para Viajero del éter (1958).
Lápices de colores sobre papel cuadriculado, 28 x 22 cm.

Una razón ordenadora que opera en sus diversas modulaciones, a través del reconocimiento del carácter transgresor de las fiestas populares, del espacio alternativo de la experiencia que abre el surrealismo, del geometrismo plástico que Maruja Mallo caracteriza como “trazados armónicos”, de su inserción y metamorfosis con la naturaleza, del juego con las máscaras.
Elementos todos que pueden ser considerados variaciones de un principio de orden, articulado por la razón ordenadora, y que no se revela en las visiones superficiales de la experiencia. En la muestra, podemos ver en sus cuadernos además de su amplitud de intereses: arte, literatura, historia, geometría, mitología, la América aborigen, el pensamiento, el orden minucioso con que todo discurre. Maruja Mallo: llevar la visión al orden no visto, al orden interior que alienta y se disemina en todos los planos de la vida.


* Maruja Mallo. Orden y Creación. Óleos, dibujos, bocetos y su Archivo. Comisarios: Juan Pérez de Ayala y Guillermo de Osma; Galería Guillermo de Osma, Madrid. Del 14 de septiembre al 17 de noviembre de 2017.  

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.295, 16 de septiembre de 2017, pp. 18-19.  

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