jueves, 30 de octubre de 2014

La democracia insuficiente - 7

Regenerar: volver a empezar

Causa auténtico asombro, y profundísima indignación, el extremo al que ha llegado la corrupción política en España. Es, hablando con precisión, una auténtica corrupción de régimen, que afecta a las más diversas magistraturas del Estado.
Empezando por la familia borbónica (Sr. Urdangarín y Sra.),  que ocupa la Jefatura del Estado sin que medie una decisión ciudadana específica sobre ello, ni una elección concreta de la persona que desempeña dicho cargo.
Siguiendo por fuerzas políticas de gobierno, como el pp y el psoe, con responsabilidades en el gobierno de la nación, en gobiernos autonómicos y ayuntamientos. Con el caso especial, y particularmente sangrante, de la familia Pujol en Cataluña. Sin olvidar los casos que afectan a izquierda unida. Y, para llegar al fondo, incluso los sindicatos: cc. oo. y ugt, pensados para actuar en la primera línea de la defensa de los derechos de los trabajadores. No se podía caer tan bajo en tan poco tiempo, tan sólo 37 años después de aquellas elecciones que en 1977 supusieron la restauración de un régimen democrático en España.
Resulta obvio, en cualquier caso, que la gota que desborda el vaso es lo que afecta al pp, el partido que gobierna la nación con una mayoría absoluta. Las peticiones de "perdón" de sus dirigentes tienen el tono de una invocación en el vacío: cuando no pocos de los miembros de su cúpula directiva están imputados, y la policía y los jueces hablan de la existencia de una "caja B" del partido, pedir perdón debería ir acompañado de un ejercicio de responsabilidad ciudadana: presentar la dimisión del Gobierno de la Nación y convocar elecciones anticipadas.
La consciencia cívica de quienes desempeñan responsabilidades políticas debería, en efecto, exigir un sentido de integridad moral, y si no se ha cumplido así, si se ha faltado al mandato social, no basta simplemente con pedir perdón: es necesario renunciar al cargo, dimitir.
Pero, ¿qué vendría después...? Todo se concreta en una palabra: regenerar, una palabra que plantea un horizonte nada sencillo, pues en el fondo supone volver a empezar
¿Cómo...?
El punto de inicio del proceso debería ser la convocatoria de elecciones en todos los niveles de la administración. Y, en función de la crisis de régimen que vivimos, disolver las cámaras y convocar elecciones generales anticipadas, haciéndolas coincidir con las ya casi inmediatas elecciones municipales y autonómicas.
Los partidos políticos, antes incluso de formular sus respectivos programas, deberían clarificar sus estructuras organizativas de un modo plenamente explícito ante los ciudadanos, y asumir públicamente un código ético preciso y desarrollado, que muestre de forma contrastada que en ningún caso las prácticas de un partido puedan derivarse hacia ningún tipo de beneficio personal, hacia prácticas de ocultación de actividades encubiertas con vistas a favorecer intereses particulares. Lo único que legitima la existencia de un partido político en una sociedad democrática es el objetivo de servir de mediación social y organizativa para el cumplimiento de objetivos ciudadanos comunes, públicos.
Esto sería un primer paso. En segundo lugar, sería necesaria la elaboración, presentación pública y compromiso de cumplimiento (con la promesa explícita de dimisión en caso de que no fuera así) de programas políticos, que sitúen en primer plano el impulso y favorecimiento del empleo, así como un salario digno, una atención sanitaria segura, y una política de acción social puesta al día. Y junto a ello, y de modo central, la propuesta de apoyo pleno a LA EDUCACIÓN y LA CULTURA PÚBLICAS, concebidas como bien social. En este punto, decisivo, no basta con medidas ocasionales, y mucho menos con el oportunismo habitual de los "profesionales" de la política, por no hablar de la agresión brutal sufrida a lo largo de esta legislatura en España...
La lucha por la verdadera democracia en España, y también en el resto del mundo, sigue siendo hoy todavía muy larga. Atrévete a saber, el lema del pensamiento ilustrado, del periodo de las luces, en el ya lejano siglo XVIII, que marca el punto de inicio del itinerario, aún abierto, hacia el advenimiento de una sociedad verdaderamente laica, tiene hoy más actualidad que nunca.
Sólo el conocimiento nos llevará a la libertad, a una sociedad de derechos iguales y de individualidades diferentes. EDUCACIÓN y CULTURA PÚBLICAS, con programas desarrollados y precisos en su aplicación, deben plantearse como exigencia ciudadana a todos los partidos políticos en todas las convocatorias electorales.
Sólo a partir de estas condiciones mínimas la regeneración de la democracia podría realmente ser efectiva. Pasemos de la indignación a la exigencia. Y no permitamos que ahora los mismos partidos y organizaciones que han vaciado nuestra democracia utilicen sin más esa palabra para encubrir, con un simple cambio de nombres y rostros, en una deriva meramente publicitaria, lo que el sentido cívico de la palabra regenerar debe siempre implicar: volver a empezar de nuevo. Para eliminar y hacer inviable la reproducción de todo aquello que condujo a la corrupción generalizada que nuestro sistema político presenta actualmente.

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