domingo, 9 de febrero de 2014

Las exposiciones de arte y los públicos

El arte de nuestro tiempo


Paul Cézanne en el Museo Thyssen [exposición temporal site / non-site], Edgar Degas en la Fundación Canal [exposición temporal Degas. Impresionistas en privado]... la programación de exposiciones en Madrid se centra, una vez más, en dos de los grandes maestros del arte moderno, en dos artistas cuya obra no ha dejado de crecer en importancia con el paso del tiempo, y que abrirían algunas de las vías más fecundas del arte posterior. Resulta curioso advertir, sin embargo, cómo tanto en su caso como en el de los hoy sumamente populares "impresionistas", en su propia época se encontraron ante un fuerte rechazo de su trabajo, mientras que ahora todos ellos gozan de una aceptación generalizada.

Paul Cézanne: Retrato de un campesino (1905-1906). 
Óleo sobre lienzo, 64.8 x 54.6 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

Programar muestras de artistas cuya obra de madurez se despliega del último tercio del siglo XIX a las primeras décadas del XX supone así contar, ya de entrada, con una cierta seguridad en la respuesta positiva de los públicos, algo tan importante para los museos e instituciones artísticas en este tiempo de dificultades e incertidumbres. Resulta igualmente curioso caer en la cuenta de que no sucede lo mismo con todo el arte que viene inmediatamente después, como si la irrupción de las que hoy podemos ya considerar las vanguardias artísticas clásicas, del Cubismo, el Fauvismo y el Expresionismo en adelante, introdujeran una imaginaria "línea de corte", en esa aceptación generalizada de los públicos.

Edgar Degas: Retrato de Édouard Manet (1861). 
Grabado.

Naturalmente, hay excepciones: la más evidente es la de Salvador Dalí, cuya figura propicia una fascinación masiva casi ilimitada. Aunque habría que matizar que en lo que a Dalí se refiere esa atracción pública que provoca tiene mucho más que ver con "el personaje" de sí mismo que supo construir, más allá de la grandísima calidad de su obra como artista y como escritor. Lo que fascina a las grandes masas en Dalí es, sobre todo, su carácter excéntrico, su capacidad para irradiar en los canales de comunicación con una intensidad tan alta como para convertirse en inspiración de campañas de los creativos publicitarios y en modelo a emular por algunos políticos y personajes públicos. Como diría Elias Canetti, "el personaje Dalí", es un cristal, un espejo de masas, en él que éstas se ven a sí mismas reflejadas y enaltecidas.
Sin embargo, si más allá de las excepciones nos centramos específicamente en la cuestión de la aceptación pública de las obras y propuestas artísticas, lo que se abre con las vanguardias no cuenta, de entrada, con el grado de reconocimiento generalizado del que sí gozan, en cambio, los grandes maestros del arte moderno, esos "puentes" que nos conducen directamente a los inicios del arte de nuestro tiempo. ¿Por qué ese "corte", esa diferencia...?
Lo primero que habría que señalar es que "la deriva" de los públicos del arte está sujeta al cambio de los contextos culturales y de las vías de producción, transmisión y recepción de imágenes, que ocasionan un intensísimo proceso de oscilaciones del gusto en sociedades tan complejas en su estructura y fuertemente condicionadas por la expansión de la tecnología como son las nuestras. En ese marco, los ritmos de rechazo y aceptación se han hecho muchísimo más rápidos. Porque, como la vida en su conjunto, los cambios en el arte se han hecho también cada vez más rápidos, más veloces. Y no siempre son fácilmente comprensibles para segmentos amplios de la población.
En todo caso, la dificultad central para una aceptación pública masiva del arte que se abre con las vanguardias tiene que ver con el hecho de que en ese horizonte cada movimiento, y después cada artista, instaura un código de representación específico, con una "gramática" plástica, con un "lenguaje" expresivo, diferente en cada caso. Ese sería el "cambio" decisivo a asimilar.

Edgar Degas y Walter Barns: La Apoteosis de Degas (1885). 
Fotografía.

A partir de ese momento, deja de haber la unidad de la representación, el canon homogéneo que, basado en la convención de la perspectiva geométrica y en la ilusión figurativa, había regido en el arte occidental desde el Renacimiento hasta el último tercio del siglo XIX. Algo que sigue siendo, sin embargo, todavía reconocible en los impresionistas y en otros muchos artistas inmediatamente anteriores a las vanguardias clásicas, como Degas, Cézanne o Monet, aunque en sus obras se puedan ya advertir indicios, raíces, de ese gran cambio que vendría a continuación. Y que explica el porqué de su aceptación generalizada, ya de entrada, por los públicos masivos.

Paul Cézanne: La Montaña Sainte-Victoire (c. 1904). 
Óleo sobre lienzo, 72.2 x 92.4 cm. Cleveland Museum of Art.

A lo largo de su historia, el arte se ha confrontado siempre con la prueba del tiempo: lo que "gusta" y se admite en una época determinada no siempre coincide con lo que "queda", con lo que prevalece en el curso del tiempo. En esta época, la nuestra, de configuración global y de cambios y transformaciones cada vez más rápidos, lo que demandan a nuestra sensibilidad las propuestas artísticas es una mayor apertura. Esto no quiere decir, sin embargo, que "todo valga", o que nos hayamos quedado sin criterios que nos permitan valorar y diferenciar lo positivo y enriquecedor de lo simplemente repetitivo o banal.
Se trata de abrirse a comprender los giros y juegos de los lenguajes plásticos en un marco cultural global, intensamente plural y complejo. El amor al arte exige atreverse a seguir adelante, abrirse a la dificultad de la pluralidad compleja y diversa, de las propuestas que han ido surgiendo y surgen en estos mismos días ante nuestros ojos, sin limitarse al reconocimiento fácil de lo ya sabido. En tiempos complejos como los nuestros, llenos de incertidumbres, el arte tiene que ser también complejo, plural, en su construcción plástica. Hay que atreverse a bucear, a sumergirse, en esa complejidad y pluralidad, porque en ella, en las obras de arte de nuestro tiempo, se habla de nosotros mismos. Cuestionando lo que somos y elaborando las preguntas abiertas sobre aquello que quisiéramos ser.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1.126, 8 de febrero de 2014, pp. 18-19.

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