martes, 10 de septiembre de 2013

Exposición de estampas japonesas en el Museo del Prado

El mundo flotante

Kitagawa Utamaro: Chûbon no zu [Escena de clase media]. De la serie Fûzoku sandan musume [Costumbres de tres rangos de mujeres jóvenes] (c. 1794 - 1795).
Grabado en madera a la fibra, nishiki-e, 370 x 255 mm. 

La riqueza y variedad de las colecciones que guarda nuestro Museo del Prado son de un valor incalculable. Una hermosa y sugestiva exposición de gabinete nos permite ahora un intenso viaje en el tiempo y el espacio a las estampas japonesas del periodo Edo (1603-1868), un tipo de representación plástica que se conoce como ukiyo-e. El término, en su origen en la tradición budista, venía a significar «imágenes del mundo de miseria», «imágenes del mundo de aflicción». Pero en su utilización posterior para designar las estampas acabaría teniendo el sentido de «imágenes del mundo flotante», el mundo efímero, ilusorio y placentero de la vida en la ciudad que se plasmaba en los grabados.
En un libro hoy clásico de los estudios antropológicos, publicado nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, Ruth Benedict caracterizó la tradición cultural japonesa con una dualidad: el crisantemo y la espada. El refinamiento y la sensibilidad extremos en diálogo con la naturaleza y el otro polo, el de la violencia militarista y guerrera. Esa dualidad destella en las ukiyo-e, que constituyeron el vehículo fundamental de lo que se llamó «japonismo», el deslumbramiento y la influencia de la cultura japonesa en las artes europeas a todo lo largo del siglo XIX. Claude Monet, por ejemplo, llegó a poseer una importante colección de estas estampas, y si uno visita Giverny es imposible no percibir su «aroma».  

Utagawa Hiroshige: Asukayama hanami [Fiesta de contemplación de los cerezos en flor en Asukayama]. De la serie Kôto meisho [Vistas famosas de Edo] (c. 1830 - 1844).
Grabado en madera a la fibra, nishiki-e, 250 x 370 mm.

La exposición presenta 26 estampas del conjunto de más de cincuenta obras de este tipo que en estos momentos posee el Prado. Se trata de una selección representativa de las distintas técnicas utilizadas: desde el grabado monocromo a la policromía, y de los motivos más comunes: vistas urbanas, retratos de cortesanas y escenas del teatro kabuki. Las estampas son de una belleza deslumbrante. Impresiona la precisión en el trazo de formas y figuras, así como la creciente proliferación y brillantez cromática. Y llaman especialmente la atención sus ejes temáticos, centrados en escenas de la vida cotidiana.
Las ukiyo-e despliegan una trasposición cultural, en el tiempo y el espacio, de lo que el gran poeta latino Horacio fijó en una etapa remota de nuestra propia tradición cultural: carpe diem, «atrapa el momento», vive intensamente todo lo que merece ser vivido, pues el tiempo pasa, es inevitablemente fugaz. Las estampas japonesas evocan los placeres del erotismo, el refinamiento y la diversión. Las imágenes de las cortesanas, con sus peinados escultóricos, sus kimonos fulgurantes y su gestualidad dilatada contrastan con los rasgos violentos y guerreros de los actores en las escenas del teatro kabuki.

Toyohara Chikanobu: Ueno Kiyomizu yori Shinobazu no chôbô [Panorama del lago Shinobazu desde el templo Kiyomizu, en Ueno] (1894).
Grabado en madera a la fibra, nishiki-e, 350 x 235 mm (tríptico).

Eso sí, como trasfondo aparece en todo momento un ideal de fusión con la naturaleza, con las plantas y las flores, con las aguas, el sol y las montañas. Contemplarlas es situarse ante un espejo de plenitud, como se puede apreciar en la estampa que representa la visión del lago Shinobazu con once mujeres en la atalaya roja de un templo, junto a cerezos en flor, y abajo una franja urbana y el lago. Ukiyo-e: este mundo es fugaz, aprende a vivir. 


* Estampas japonesas en el Museo del Prado, proyecto: José Manuel Matilla; Museo del Prado, 12 de junio – 6 de octubre de 2013.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1104, 7 de septiembre de 2013, pg. 23.

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