martes, 10 de abril de 2012

Sobre la exposición de Hans Haacke en el Museo Reina Sofía, Madrid

Inmateriales
Arte, piel del dinero


La exposición que el Reina Sofía dedica a Hans Haacke (Colonia, 1936), y que puede verse hasta el próximo 23 de julio, es una magnífica oportunidad para adentrarse en la obra de uno de los artistas referenciales en el ámbito del conceptualismo de intención política. En ella se presenta una selección bastante completa de trabajos de Haacke, realizados entre 1959 y 2009, y un proyecto, concebido y realizado especialmente para esta ocasión: Castillos en el aire (2012), sobre una urbanización en el Ensanche de Vallecas, en Madrid. Es ésta sin embargo, en mi opinión, una obra fallida porque si bien leer en los planos ampliados, como nombres de las calles, los rótulos "Calle del Arte Abstracto", " Conceptual", " del Arte Figurativo", etc., y ver en las fotos el aspecto espectral de esas calles desiertas y las estructuras de los edificios sin terminar, produce un auténtico impacto, la obra se pierde en la escala: la idea da para una instalación no muy grande, y no para una serie de salas, donde además algunos elementos no están demasiado bien estructurados. Por último, la confrontación de los nombres de calles con piezas artísticas singulares resulta muy superficial.
Nacido en Alemania, pero residente en Estados Unidos desde los años sesenta, la obra de Haacke alcanzó una intensa resonancia en la escena internacional con su instalación Continuidad en la Documenta 8 (1987), en la que asociaba los logos de Deutsche Bank y Mercedes Benz con el régimen sudafricano del apartheid, acusándolos de complicidad con el mismo, de igual modo que anteriormente habrían sido también cómplices del régimen hitleriano. No menos impacto causó su propuesta: Germania, para el Pabellón Alemán en la Bienal de Venecia, en 1993. Sobre la puerta de entrada del Pabellón colocó un relieve escultórico que reproducía el reverso de una moneda de 1 marco, y en el muro de entrada, pintado de rojo, una fotografía de gran formato en la que se veía a Hitler, acompañado de las autoridades fascistas, en la inauguración de la Bienal de 1934. En el interior, únicamente un suelo de escombros y la palabra GERMANIA en la pared. Por esta intervención, Haacke recibió el León de oro de la Bienal, compartido con Nam June Paik.

Hans Haacke:  Instalación en el Pabellón Aleman,
Bienal de Venecia, 1993.

Hans Haacke:  Instalación en el Pabellón Aleman,
Bienal de Venecia, 1993.

La exposición que podemos ver ahora en Madrid, muy bien montada y concebida, permite apreciar el flujo conceptual y poético que nutre la actividad artística de Haacke. En el inicio de la muestra, Nada que declarar (1992), como en las aduanas, presenta siete marcos de cuadros colgados del techo sobre un secador de botellas en el suelo, en un homenaje explícito a Marcel Duchamp. Que se repite luego en las salas con una obra anterior: Ready-made roto (1986), en la que junta una pala para la nieve rota con una placa en la que, en lugar de la inscripción de Duchamp "AGUA Y GAS EN TODOS LOS PISOS", leemos "ARTE & DINERO".

Hans Haacke:  Ready-made roto (Broken Ready-made) (1986).
The Philadelphia Museum of Art.

Hans Haacke:  La mano invisible del mercado (The Invisible Hand of the Market) (2009).
Instalación.

Pienso que se trata de algo sumamente revelador, porque si bien el punto de partida se sitúa en Duchamp, en Haacke se produce una deriva hacia una actitud de denuncia de la complicidad entre arte y capital que es el eje fundamental, casi obsesivo, de su trayectoria. La serie de fotografías de los ambientes y visitantes de la Documenta 2 (1959), o las de los perfiles de las residencias, en Nueva York de los visitantes de galerías de arte (1969-1971), la denuncia de la hipócrita supuesta filantropía de la firma financiera Paine Webber (1979), o la reciente instalación La mano invisible del mercado (2009), subrayan desde ángulos muy distintos el interés del capital en "embellecerse" y recubrirse con "el vestido" del arte. Son obras magníficas, de una gran densidad, que se completan en una línea más poética con otras, como Sistema aéreo vivo (1965-1968), con la imagen de gaviotas sobre las aguas de Coney Island, o Esperando el fin de la historia (1992), una maceta de plástico con dos plantas muertas, en respuesta a las formulaciones de Francis Fukuyama sobre el supuesto fin de la historia. En todas ellas vemos el signo de una rebelión, de carácter ético: el arte no puede ni debe dejar nunca de lado su función de cuestionamiento de lo real y de las imágenes que sobre ello se construyen.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1038, 31 de marzo de 2012, p. 30.

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