jueves, 8 de marzo de 2012

Exposición Marc Chagall, en Madrid, en el Museo Thyssen

Inmateriales
El ensueño de la visión


¡Qué hermosa la exposición Chagall, en el Museo Thyssen y en la Fundación Caja Madrid hasta el próximo 20 de mayo! No se la pierdan, es sobre todo una explosión de vida, una intensa afirmación vitalista en estos momentos de incertidumbre y depresión generalizados en toda Europa. Marc Chagall (1887-1985) es un poeta de las formas visuales, un pintor que nos lleva a la tierra del ensueño viajando a través de figuras y colores, igual que cuando éramos niños.

 
El poeta tumbado (1915).
Óleo sobre cartón, 77,2 x 77,5 cm. Tate Gallery, Londres.

Las obras reunidas, datadas de 1908 a 1977, nos permiten llegar hasta el fondo de una pintura que desempeña el papel de los antiguos narradores, aquellos que contaban las historias junto al fuego del hogar transmitiendo así la experiencia de la vida. Con Chagall, vemos esas historias, adquieren cuerpo y figura, se hacen materia de visión. Una selección excelente, en la que no puedo dejar de destacar, y perdónenme que en esta ocasión aduzca motivos personales, biográficos, los cuatro bocetos y la obra final de La caída del ángel: una obra que puede servir como síntesis de todo Chagall, con ese ángel rojo cayendo en el tiempo en el que los humanos intentan vivir entre música, luz, sacrificio y religión.

La caída del ángel (1923-1933-1947).
Óleo ssobre lienzo, 147,5 x 188,5 cm. Kunstmuseum Basel.

El mundo de Chagall hace ya mucho tiempo que dejó de existir. Es el viejo mundo campesino, en su caso el de una Rusia judía que desapareció para siempre. Incluso los viajes a la gran ciudad, entre todas ellas París, son los viajes de la mirada rural, el fondo de la mirada brota de otra parte. Eso que podría terminar en disociación, o mera discordancia, se convierte sin embargo en clave de un registro poético que permite contemplar el mundo como algo que no nos pertenece, que se nos escapa. En la línea más aguda de la melancolía: ¿qué queda, hoy, mañana, para mí de aquello que brillaba ante mis ojos en ese tiempo que, irreversiblemente, pasó?
En los ojos de Chagall, en su pintura, brilla la infancia, los saltos de los acróbatas en el circo, o los animales, tan próximos a nosotros en el campo: animales humanos, y tan lejanos en la ciudad. La infancia perdida. A la que, no obstante, se intenta retornar trazando signos de identificación: los animales, humanizados por el color y por su identificación con las figuras y comportamientos humanos. Es un rasgo central en Chagall esa identificación simbólica entre animales y humanos, que yo llamaría totemismo poético: los animales como signos para expresar el ideal de vinculación con la naturaleza y con todo lo que nos es semejante. En una línea muy próxima a lo que Friedrich Nietzsche expresó cuando hablaba de nuestro animal de fondo.
Hay cuatro puntos cardinales en el color de Chagall: rojo, azul, blanco y negro. Con ellos construye una exaltación de la luz de la que brota el ensueño de la visión. Porque éste es el eje: ensueño, y no sueño. En Chagall no encontramos la inmersión onírica, ese otro lado de la vida, que alienta de manera central en el surrealismo. Lo que opera en él es el reflujo de la memoria que hace brotar la imagen de un mundo que se perdió porque aún no hemos llegado a él. Y que, sin embargo, nos espera aunque no llegue nunca, como nos dice la imagen: cuerpo rojo del ángel cayendo en el tiempo.

Mundo rojo y negro (1951).
Gouache, acuarela y pastel graso sobre papel adherido a lienzo. Colección particular.

En ese punto se sitúa el último deslizamiento de este pintor-poeta de los colores y la memoria: en el vuelo, que de la caída del ángel nos lleva a la elevación del deseo, al amor. Siempre caeremos a tierra. Pero nuestro vuelo apunta a lo más alto. Como nos permiten ver esas figuras, parejas, abrazados en el aire en el vuelo del amor, surcando el cielo en las líneas tumultuosas de la pasión. ¿En qué momento somos más humanos que cuando perdemos pie, y dejamos de ser un yo para volar en el desconcierto del cielo? ¿Qué queda de mí en la tierra cuando estoy en los brazos de mi amor y llego hasta sentir como si fuera también mío el final de su aliento? Simplemente, vuelo. Marc Chagall: vuelo en la cifra del amor, hecho poesía.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1034, 3 de marzo de 2012, p. 28.

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