domingo, 19 de febrero de 2012

Un viaje en el tiempo [sobre Damasco Suite, libro de Alberto Corazón]


Ahora que tanto se habla de Siria en los medios de comunicación, por motivos sumamente tristes y dolorosos, les recomiendo la lectura de este libro* en el que Alberto Corazón viaja a Damasco y, a la vez, a lo más íntimo de sí mismo. Conocido, y admirado, por su trabajo como diseñador gráfico y como artista, Alberto Corazón (Madrid, 1942) nos desvela en esta ocasión una escritura precisa y demorada, en la que se concilian el amor por la descripción y la formulación concreta del detalle o la situación evocados.


El paulatino descubrimiento de Damasco: "la ciudad viva más antigua", produce en él una especie de resonancia que activa áreas arcaicas de memoria. El origen de la civilización actúa como trasfondo y contraste, como un espejo ancestral, de un itinerario que lo va conduciendo, introspectivamente, hacia el fondo más interior de su biografía, de sus experiencias como ser humano y como artista.
El hecho de que en Damasco no haya diarios, ni librerías, ni música que no sean árabes, y su desconocimiento del idioma, despierta en él una vivencia nueva: "estar ajeno a todo, mirar y escuchar, entonces, otros sonidos". Ese ver y sentir nuevos provocan un giro hacia la voluntad de comprenderse, desnudando su corazón, según la fórmula acuñada por Baudelaire en sus diarios. El viaje tuvo lugar en 2003, para presentar una retrospectiva de sus pinturas y esculturas en el Museo Nacional de Damasco. Y así mirar hacia atrás en la obra, junto al aislamiento de vivir en una cultura y un idioma desconocidos, propician también una reconsideración de la vida. Después de haber decidido abandonar, mucho tiempo antes, la pintura para trabajar exclusivamente con imágenes fotográficas, en una línea conceptual, la recuperación de la pintura en los años noventa marca un proceso en el que, Alberto Corazón nos dice, "volví a desear la vida, tras el inmenso desconsuelo de una década".
El libro discurre así, por los flujos del recuerdo y también a través de un entrecruzamiento y recuperación constantes de los sueños, que se mezclan con el relato de lo que sucede en el tiempo despierto, en la vigilia. Quizás resulte discutible desde un punto de vista formal el tipo de escritura en líneas truncadas que Corazón nos propone: éste no es un libro de versos, ni un poema, sino un texto memorialista. Que sabe trazar, además, de manera limpia y aguda, un puente de comunicación entre el yo (el autor) y el nosotros (la especie humana). En esa vinculación entre el destino individual y el destino de la humanidad se sitúa lo mejor, el núcleo de Damasco Suite.



¿Qué soy, qué somos? Aunque parezcan dos, como Alberto Corazón nos hace ver, se trata en el fondo de una única pregunta. De sí mismo, de su obra, de su vida, a la ciudad viva más antigua, al origen de la civilización, brota sólo una respuesta: soy, somos, imágenes. Vamos de "Mi necesidad biológica de la imagen. Que a su vez nada garantiza" (pg. 46), a la comprensión de que "amar a las imágenes ha sido una fuente de gozo para los hombres desde sus orígenes. Es a través de ellas como entendemos verdaderamente nuestra relación con lo que nos rodea" (pg. 28). Si la pintura ayuda a vivir, es impulso de vida, desde las representaciones parietales del Paleolítico a la tradición del gran arte europeo, es por "el destello" que transmite "de algo enigmático" (pg. 37).
La comprensión de la diferencia entre las imágenes artísticas y las de "la realidad", las que aparecen en blanco y negro en los periódicos, permite comprender ese algo más por el que fluye la vida. Ese es el elemento que Alberto Corazón invoca como motivo central de su "renacimiento" personal y artístico: "Entonces apareció, de nuevo el dibujo. Pensaba dibujando. Ahí comenzó un nuevo nacimiento" (pg. 126). Pero hay una diferencia importante entre la visión simple, o inmediata, y la imagen. La imagen supone un proceso de elaboración, viene de un más allá, de un antes en el tiempo. Matiza Alberto Corazón: "Nunca he tenido la tentación de pintar lo que veo. Debo esperar a que las imágenes regresen desde algún lugar de la memoria. Formas y colores son ya otra cosa, nada inmediato, cosas inciertas pero dotadas de sentido. Objetos dejados ahí, deliberadamente abandonados, o a punto de ser recogidos. Todo sucede en otro lugar". (pgs. 91-92).
Esta es para mí la culminación de este hermoso libro. El más allá de las imágenes entraña un viaje en el tiempo. Todo viaje es, en síntesis, una metáfora o símbolo del viaje en el que recorremos la vida, hasta llegar a su final. La imagen trasciende ese paso fugaz porque se hunde en el tiempo, y sólo así vuelve al ahora, a nosotros, a través de la memoria. Como ya decían los antiguos, el arte: las imágenes, provienen de las Musas, hijas de Zeus y de la Memoria.
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* Alberto Corazón: Damasco Suite, somos imágenes; Antonio Machado Libros, Madrid, 2011. 131 pgs.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1031, 11 de febrero de 2012, p. 28.

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