miércoles, 30 de noviembre de 2011

Exposición 'La aventura de los Stein' en París

Inmateriales

París era una fiesta
 
El conocido título en español de una de las últimas novelas de Ernest Hemingway (en su versión original: A Moveable Feast, 1964), en la que éste evoca la época en que París era el centro del mundo del arte y la ciudad cosmopolita donde algunos jóvenes escritores estadounidenses vivían, amaban y desarrollaban su obra, nos sirve como referencia de una maravillosa exposición: La aventura de los Stein, que puede verse en el Grand Palais de París hasta el 16 de enero de 1912. Un ambiente evocado también recientemente en la hermosa película de Woody Allen Medianoche en París (2011).
Centrada en esos tres hermanos: Leo, Gertrude y Michael, el mayor, y en la esposa de éste: Sarah, que se instalan en París a comienzos del siglo XX, la muestra reconstruye la pasión con la que se aventuran en el descubrimiento del entonces naciente arte nuevo, en su apoyo a los en aquel momento jóvenes y desconocidos artistas, convertidos hoy en maestros clásicos de la modernidad, y en la formación de una colección artística fastuosa, actualmente dispersa en algunos de los museos más importantes del mundo.  
El importante esfuerzo realizado para reunir una buena parte de las obras de los Stein, junto a la reconstrucción modélica con fotografías y todo tipo de documentos de las situaciones que fueron viviendo, permite un encuentro directo con aquella época. Como en las narraciones heroicas, Leo Stein situaría como factor desencadenante la impresión que experimentan los cuatro cuando en su visita al Salón de Otoño de 1905, precisamente en el Grand Palais, "descubren" el cuadro de Henri Matisse Mujer con sombrero. "Era", recordaría más tarde Leo, "lo que había esperado siempre, inconscientemente, y me habría dado cuenta inmediatamente de ello, si no me hubieran sido necesarios algunos días para superar la factura desagradable del cuadro".

Henri Matisse: Mujer con sombrero (1905).
Óleo s. lienzo, 81  x 65 cm.
Colección particular.
 
Podemos comprender así el desajuste perturbador que debió experimentar la mirada del público ante una nueva modulación de los lenguajes artísticos que rompía definitivamente con las convenciones clásicas de la representación, aquellas que habían funcionado establemente durante cinco siglos de arte europeo. Los Stein se introducen con pasión en ese nuevo mundo del arte y, tomando como referentes a "los cuatro grandes": Manet, Renoir, Degas y Cézanne, entablan una relación directa con los más jóvenes, en particular con Matisse y con Picasso. Sarah y Michael serán los primeros grandes defensores de Matisse, y Gertrude acabaría desarrollando una intensa amistad, llena de intercambios mutuos entre literatura y arte, con Picasso. Éste la inmortalizaría en el conocido retrato de 1906, que anticipa el tratamiento del rostro como máscara que florecería plenamente con Las señoritas de Aviñón (1907).

Pablo Picasso: Retrato de Gertrude Stein (1906).
Óleo s. lienzo, 100  x 81,3 cm.
The Metropolitan Museum of Art, NY.
 
Por cierto, otra interesante exposición, aunque de menor envergadura, que puede también visitarse ahora: Cézanne y París, en el Museo del Luxemburgo hasta el 26 de febrero, y que reconstruye la importancia de París en la formación y adquisición de la madurez artística de Cézanne, es un complemento interesante de la muestra sobre los Stein. En ella podemos apreciar que, a diferencia de los Stein, a Cézanne le interesaban más como motivos artísticos los alrededores campestres de París que los ambientes mundanos de la gran ciudad. Pero podemos también ver un soberbio retrato de su esposa, realizado entre 1888 y 189o, y hoy en el Art Institute de Chicago, que con sus rasgos hieráticos y su rostro de máscara es, sin duda, uno de los eslabones que conducen al retrato de Gertrude por Picasso.

Paul Cézanne: La Sra. Cézanne en un sillón amarillo (1888-1890).
Óleo s. lienzo, 80,9 x 64,9 cm.
The Art Institute of Chicago.

No sólo coleccionistas, también escritores sobre arte e incluso, en el caso de Leo, teóricos, los Stein acabaron convirtiéndose en uno de los ejes de la vida artística e intelectual parisina. Sus veladas de los sábados eran el punto de reunión del "todo París" y de las personalidades extranjeras de paso por la ciudad, que acudían para ver las obras de Matisse y Picasso, junto a las de Manet, Renoir y Cézanne, y para establecer contactos y recibir todo tipo de impulsos e incitaciones creativos. Es verdad que ese momento "heroico" no volverá ya nunca, pero es francamente estimulante sentir cómo la libertad creativa e intelectual alcanzó entonces una plenitud de la que hoy nos sentimos herederos.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1020, 26 de noviembre de 2011, p. 28.

lunes, 21 de noviembre de 2011

UNA TEORÍA DEL ARTE, desde América Latina

Aparición de UNA TEORÍA DEL ARTE, desde América Latina, libro concebido y dirigido por mí, con la participación de destacados escritores, artistas y teóricos de distintas naciones latinoamericanas, editado por el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) y Ediciones Turner.





miércoles, 16 de noviembre de 2011

No tomar a Picasso en vano

Rogelio López Cuenca: Ciudad Picasso 

Desde el pasado día 5 y hasta el próximo 25 de este mes, puede verse en Madrid, en la Galería Juana de Aizpuru, Ciudad Picasso, una magnífica exposición de Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959), que va además acompañada por un excelente libro con el mismo título. Son la plasmación de un proyecto de desmontaje o desconstrucción de las múltiples formas de utilización de la imagen y el nombre Picasso en la ciudad donde nació, con intereses políticos, económicos y turísticos. Un proyecto incisivo, valiente, lleno de ironía y humor, rasgos estos por lo demás característicos de la trayectoria artística de López Cuenca.

Rogelio López Cuenca: Ciudad Picasso 

En el libro (pg. 129), el propio López Cuenca indica: "Resulta difícil imaginar una etiqueta más apropiada que la marca Picasso para apoyarse a la hora de aspirar a la competición entre ciudades que caracteriza a la nueva economía postindustrial, la lucha por atraer inversiones, megaeventos (ni falta decir que 'culturales': todo es 'cultura' ya) y sus correspondientes visitantes en el mercado turístico global."
Cuánta razón lleva. En el escenario de la imagen global, "la cultura" ha sido vaciada de sus elementos críticos o cuestionadores de lo existente, para convertirse en un mero barniz embellecedor, en un signo o musiquilla adormecedora, que eso sí: dispensa "prestigio", da "solera". Y no cabe duda, entre las posibles etiquetas de marketing cultural PICASSO: no sólo artista, también coche, es una de las más efectivas. Instalada en una deriva de repetición, vaciamiento y utilización espuria de la imagen en la cultura de masas que históricamente se abrió con los avatares de la imagen de Mona Lisa, de Leonardo da Vinci, después de su robo en el Museo del Louvre en 1911 y su posterior recuperación en 1914.

Rogelio López Cuenca: Ciudad Picasso 

La utilización de la etiqueta PICASSO en la ciudad donde nació encierra, sin embargo, alguna que otra paradoja. Durante décadas, Málaga vivió completamente de espaldas a Picasso. Habría que esperar, tras la muerte de Franco, a la instauración de la democracia en España, y a la acción decidida del gran pintor malagueño Eugenio Chicano, apoyado por distintos sectores políticos y sociales, para que se constituyera y abriera al público la Fundación de su Casa Natal. Lamentablemente, Picasso había muerto ya, y durante su vida no se dieron las condiciones para que pudiera establecer un vínculo con Málaga, a diferencia de lo que sí sucedió con Barcelona. Por último, no está de más señalar que Picasso fue, en realidad, un nómada, de intensas raíces culturales españolas, pero ciudadano del mundo en una época convulsa, viviendo en muy distintas residencias.

Rogelio López Cuenca: Ciudad Picasso 

La lucidez de López Cuenca nos permite apreciar la distorsión, el vaciamiento de sentido, de las imágenes, y en concreto de la etiqueta PICASSO, en sus usos políticos y comunicativos. Y, a la vez, el férreo control comercial que, a través del copyright, ejercen sobre esa etiqueta los descendientes del artista. En definitiva, la exposición y el libro vehiculan un cuestionamiento moral y político tanto de la distorsión como de la restricción de los usos de las imágenes. El trabajo de los artistas, y en este caso la obra de Rogelio López Cuenca, se inscribe así en un juego de espejos. En la búsqueda del contraste entre lo que se supone que las imágenes mediáticas y las etiquetas culturales dicen transmitir y lo que verdaderamente pretenden y transmiten. En general, una actitud acrítica, dócil y sumisa ante las distintas formas escindidas de poder: económico, político, social.
A diferencia de las imágenes mediáticas, las imágenes artísticas son de todos, y en su seno llevan el signo de la interrogación, la capacidad de ver y cuestionar, que es lo que en su sentido más profundo nos constituye como seres humanos.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La recuperación de una cultura de la antigüedad a través de la figura mítica de un héroe

Inmateriales
En el curso del tiempo


Pocas figuras del mundo antiguo han mantenido, e incluso mantienen todavía hoy, un halo tan persistente como Alejandro Magno (356-323 a. C.). Utilizando su reclamo, el Museo del Louvre presenta hasta el próximo 16 de enero una exposición ejemplar: En el reino de Alejandro el Grande. La Macedonia antigua, que supone a la vez una magnífica reconstrucción de la historia y manifestaciones culturales de ese reino del norte de Grecia y una incursión abierta en las formas y métodos de trabajo de los arqueólogos.

Retrato de Alejandro Magno (fines s. IV a. C.).
Mármol, 30 cm. alt., 27 cm. long.
Descubrimiento (fortuito) en la region de Pella. Museo Arq. Pella.

Postergada hasta cierto punto por los importantísimos vestigios del Ática, el Peloponeso, el sur de Italia y Sicilia, o el Asia Menor, los conocimientos sobre la antigua Macedonia han experimentado un giro notable sólo en tiempos muy recientes. El punto de inflexión fue el descubrimiento en 1977, en lo que parece que fue el lugar de la primera capital del reino, de varias sepulturas reales, y entre ellas, intacta, la de Filipo II (382-336 a. C.), el padre de Alejandro. Los hallazgos arqueológicos se han ido sucediendo desde entonces, hasta 2008 y 2009 en que se ha podido sacar a la luz un conjunto de enterramientos enigmáticos, en uno de los cuales se encontró un delicadísimo trabajo de orfebrería: una Corona de oro de hojas de roble, que se presenta como una de las piezas más importantes de la exposición,  junto a todo un variado conjunto de bellísimas obras de arte.

Corona de oro de flores de roble, sobre hidria de plata (2ª mitad s. IV a. C.).
Diámetro, 16,5 y 18,5 cm. Peso, 207,42 gr.
Descubrimiento Aigai (actual Vergina), agosto 2008. Museo de las Tumbas Reales de Aigai, Vergina.

En la muestra podemos realizar un auténtico viaje en el tiempo, gracias a las huellas y manifestaciones culturales rescatadas por los arqueólogos. Los elementos decisivos de la historia política, la sociedad, el arte, y las creencias religiosas e ideas sobre la muerte, de Macedonia desde el siglo XV hasta el año 168 a. C., en que tras una derrota militar se convierte en provincia romana, van presentándose a nuestra mirada, en un montaje claro y accesible. Y algo a destacar como elemento recurrente: estamos ante una Grecia distinta, diferente, a la que seguimos considerando hoy la cuna de nuestra tradición cultural. Mestizaje cultural, o hibridación, serían los términos claves para caracterizar lo que encontramos. Lo griego aparece una vez y otra mezclado, fusionado, con lo asiático, dando lugar a formas de cultura y de representación eminentemente híbridas.
Naturalmente, todo ello habla directamente a nuestra sensibilidad actual. En la expansión a la vez militar y cultural de Alejandro Magno desde Grecia hasta la India, en su poder imperial, que en buena parte sería después tomado como modelo por Roma, podemos reconocer, salvando las distancias, algo similar a lo que hoy llamamos globalización. Eso sí, la exposición permite apreciar que Alejandro fue la culminación de un proceso, cuyo inicio se puede situar en el reinado de su antepasado Alejandro I, quien reinó entre 498 y 454 a. C., y que si bien estableció una alianza con Atenas frente a los persas, a la vez parece que mantuvo lazos secretos con éstos. Filipo II impulsaría después un importante proceso de modernización de las estructuras políticas y sobre todo militares de Macedonia.


Casco de tipo ilirio de bronce y máscara de oro (c. 520 a. C.).
Casco: 22 cm. alt., 20,5 cm. diám. / Máscara: 16 cm. alt., 12,5 cm. long.
Necrópolis de Sindos, tumba 115. Museo Arq. de Tesalónica.

El reino de Macedonia entrañaba un tipo de organización política completamente diferente a la democracia ateniense. El poder del rey suponía una organización enteramente vertical de las estructuras de dominación, mucho más cercana a la figura persa y asiática del rey-dios que a las concepciones laicas sobre lo político de los atenienses. Esa estructura vertical del poder, unida al genio militar primero de Filipo y después de Alejandro, explica sus conquistas y a la vez está en la raíz de la asimilación de este último a la figura de un héroe-dios y de su halo legendario. Alejandro Magno, que desde los trece años recibió las enseñanzas de Aristóteles, y se convirtió en rey con tan sólo veinte tras el asesinato de su padre, vivió intensamente y deprisa, muriendo muy joven, a los treinta y tres. En tan breve lapso de tiempo cambió el mundo y desbordó por vez primera las fronteras culturales de lo local, permitiéndonos comprender en el curso del tiempo la unidad de los seres humanos, a pesar de las diferencias de los escenarios de sus vidas y de las tradiciones culturales.  


PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1018, 12 de noviembre de 2011, p. 28.




jueves, 3 de noviembre de 2011

Alighiero Boetti en el Museo Reina Sofía

Inmateriales
El espejo del lenguaje


El Museo Reina Sofía presenta hasta el próximo 12 de febrero una hermosa e intensa exposición de uno de los artistas más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, Alighiero Boetti (1940-1994), que podrá verse después en la Tate Gallery de Londres y en el MoMA de Nueva York. Es ésta su primera exposición en España, y por la cantidad: unas 150, y calidad de las obras reunidas, hay que decir, sin exagerar, que constituye todo un acontecimiento. De verdad, no se la pierdan.

Alighiero Boetti: Shaman / Showman (1968).
Litografía, 70 x 50 cm.
Colección Composti della Ca' di Frà, Milán.

Hay, sin embargo, algún aspecto no tan positivo que creo necesario comentar. El montaje de la muestra es excelente, con espacios abiertos y buena disposición de las obras. Pero en las salas no hay ninguna señalización del recorrido (el “itinerario sugerido” se da sólo en el desplegable de sala, que mucha gente ni coge ni lee), ni tampoco un deseable texto de presentación en la pared, y lo que quizás es aún peor: las cartelas de las obras, diminutas, están agrupadas y situadas bastante lejos de las mismas, con lo que se hace bastante difícil la identificación de cada una de ellas. Dado que la obra de Alighiero Boetti es compleja y no demasiado conocida en España, este planteamiento crea dificultades añadidas de comprensión para el público. E incluso más, ese formalismo esteticista es completamente contrario a los planteamientos de Boetti, para quien las obras, las imágenes, son signos a interpretar, nunca son evidentes con un simple golpe de vista. ¿Cuándo comprenderán y aceptarán los comisarios, los responsables de las instituciones artísticas, que las exposiciones no son para ellos, sino para los públicos, para la gente que las visita? 
Las obras de Boetti son extraordinariamente sutiles, elaboradas con materiales comunes, y en ello se percibe uno de sus puntos de origen: el arte povera italiano. Dibujos, paneles, esculturas, objetos, diversas propuestas de arte postal, pero también, a partir de los setenta, tableros y juegos diversos, pantallas minuciosamente dibujadas con bolígrafo, o tapices bordados con mapas en los que las distintas naciones llevan los colores de sus banderas, o con la inscripción de los nombres y la longitud de los ríos más largos del mundo. Esos trabajos con bolígrafo no eran realizados por el propio Boetti, sino “encargados” a partir de la idea, y lo mismo sucede con los tapices bordados, en su mayor parte encargados a artesanos de Afganistán, una nación con la que Boetti mantuvo una intensa relación.

Alighiero Boetti: Yo tomando el sol en Turín el 19 de enero de 1969 (1969).
111 piezas de cemento modeladas a mano y mariposa de la col, aprox. 177 x 90 cm.
Colección privada, Turín.


Lo que constituye, para mí, el eje estético central de su trabajo es una pregunta constante sobre el origen del sentido, de la significación, sin olvidar en ningún momento que ese cuestionamiento tiene que articularse como imagen, para poder convertirse así en obra de arte, en una propuesta plástica. Emociona verle en un vídeo de Gerry Schum, datado el 24 de septiembre de 1970, escribir simultáneamente con sus manos derecha e izquierda en una misma línea. Con la derecha, las letras y las frases fluyen como las escribimos normalmente, con la izquierda brotan en cambio de derecha a izquierda e invertidas, como aparecerían en un espejo.

Alighiero Boetti: Mapa (1971-1972).
Bordado sobre lino, 147 x 228 cm.
Colección privada.

       La escritura se percibe así como imagen, se desdobla, como el propio artista quien a principios de los años setenta se hizo dos, firmando con el nombre y el apellido: Alighiero y Boetti. El pensamiento, al que consideraba el “sexto sentido”, era para él el más importante de todos los sentidos y el logro más elevado de la humanidad. Por ello, sus obras están en todos los casos abiertas, exigen la complicidad del espectador, son dispositivos de sentido a descifrar. En su trasfondo podemos percibir desde la teoría filosófica de los juegos de lenguaje, de Ludwig Wittgenstein, hasta el tipo de relación que Marcel Duchamp estableció en el arte entre juego, azar y sentido. Con una forma de expresión enteramente personal, Alighiero Boetti puso en pie una obra única, que funde la experiencia de los sentidos con el pensamiento y la imaginación. Una obra que nos habla de la vida como juego, como desplazamiento en un itinerario, el del tiempo, el de la duración, en el que continuamente hemos de tomar decisiones, elaborar movimientos, elegir una u otra dirección.

PUBLICADO EN: ABC Cultural (http://www.abc.es/), nº 1016, 29 de octubre de 2011, p. 22.